No será fácil, aunque la memoria es flaca, que se olvide en muchos años la celebración en Valdepeñas la Magna Procesión Mariana que se desarrolló el pasado sábado, festividad de la Virgen del Pilar y Día de la Fiesta Nacional.
Hasta por ocho veces pudimos ver en sus distintas advocaciones a las imágenes marianas que conforman la Semana de Pasión en Valdepeñas, y vimos igualmente a la excelsa patrona de Valdepeñas, a la Virgen de Consolación, reina sin pecado original, la reina de gracia, reina del santísimo rosario, reina de la paz y bella reina de esta ciudad.
En este comentario (breve por necesidad), no podemos entrar en detalle. Pudimos observar desde dentro del histórico cortejo caras de admiración, ojos brillantes, respeto de las gentes de dentro (nativos) y de fuera (visitantes excepcionales para la ocasión) que abarrotaron el recorrido. Y ya el día antes en esa peregrinación de todas las hermandades y cofradías a la parroquia de la Asunción, también observamos esas imágenes, esas tallas, expresando unas veces dolor, otras comprensión, en ocasiones súplica, y fueron llegando en la filigrana de tronos hechos en madera o en metales nobles, y observamos la minuciosidad en los bordados, y vivimos las expresivas escenas que nos ofrecieron costaleros y mujeres de trono, y todo ello ante la expectante y fervorosa mirada de nuestra Virgen de Consolación, recibiendo a cada una de las hermandades peregrinas y presidiendo la procesión solemne del pasado sábado.
Aromas de incienso entremezclados con el olor a mosto de nuestras uvas, ornatos florales de matricula de honor, marchas procesionales más que nunca a cargo de la Agrupación Musical “Ciudad de Valdepeñas” (inicio del cortejo) y Agrupación Maestro Ibáñez (cortejo de cierre). Cruces parroquiales con acólitos (parroquias de San Juan Bautista y Nuestra Señora de la Paz, Santísimo Cristo de la Misericordia y Asunción de Nuestra Señora). Cortejos numerosos, mujeres y jóvenes tocadas de la españolísima mantilla y peineta, “petaladas”, aplausos no exentos de emociones, juntas de gobierno (incluso de otras hermandades de fuera de Valdepeñas), representantes de los Ejércitos y de los Cuerpos de Seguridad del Estado para la Esperanza del Caído. Tras la Virgen de Consolación, autoridades religiosas con el párroco de la Asunción, Enrique Galán Ruedas al frente, buena parte de la corporación municipal con el regidor municipal al frente, Jesús Martín Rodríguez-Caro, jefe de la policía local 227, Cecilio Moreno.
Muchas peculiaridades podríamos comentar y valorar, pero dejemos todo ello para la meditación interior de cofrades, hermanos, devotos, pueblo sencillo y mariano, igual que se hizo con la contemplación de la Esperanza Macarena, de la Amargura, de la Palma, de la Soledad de la parroquia del Santísimo Cristo, de la del Mayor Dolor en su Soledad, de María Santísima de la Esperanza, de la Soledad del Santo Sepulcro, de la Virgen de la Cabeza de Jesús Resucitado, y de la Bienaventurada Virgen de Consolación.
En definitiva, una valiosa catequesis, por la expresión del arte y la belleza de María en las ya citadas advocaciones.
Eran las 23,00 horas cuando la Virgen de Consolación se situaba en el pórtico de la Puerta de los Apóstoles mirando lo que allí estaba sucediendo, a ambos lados el resto de las 8 imágenes marianas. Se interpretó la Salve Regina. El párroco de la Asunción, Enrique Galán dio tres vivas a la Virgen y uno a Valdepeñas. Se había hecho historia. A partir de ese momento, la plaza continuó siendo un fervor. Las hermandades volvieron a sus lugares donde están erigidas canónicamente. Antes de la media noche las que corresponden a la Asunción, junto a la patrona, entraron en el templo.
El intenso trabajo de la comisión organizadora bajo la denominación “María Pilar de la Fe”, el esfuerzo de hermandades y cofradías, la de las propias parroquias y templos conventuales, el entusiasmo de las juntas de gobierno quedó compensado sobradamente, porque aunque no hemos hablado de ello, el tiempo fue igualmente el mejor aliado. La noche fue de lujo. Mereció la pena. El fervor popular quedó suficientemente expresado. No todo se quedó en la calle. En la víspera hubo una vigila de oración muy profunda que concluyó con la bendición del Santísimo Sacramento del Altar.
La temporalidad de nuestra vida nos deja la interrogante de si nos veremos en otra como la del pasado sábado día 12 de 2013, fecha en la que María fue la anunciadora de Dios por las calles de Valdepeñas.
Texto: Ángel López Sánchez (Secretario General)
Foto: Antonio López Martínez